Aún
me sigo “maravillando” cuando un “aguerrido” comercial se dedica a describirme
todas las características del
producto que me quiere vender o por el cual me intereso.
A lo
sumo me ofrece un sin número de ventajas
(estos son más profesionales, como dice un amigo, han pasado de junior a senior),
pero son pocos los que me describen los beneficios que este me puede aportar a
mi o a mi familia, o que conectan con mis emociones…
Seguramente
estos últimos pertenecen a ese 20% cierran
el 80% de los negocios, que han mejorado ese 3% o 4% que hay entre los mejores y el resto.
Ya
en 1960 Lancaster describía el producto como un conjunto de atributos o
características. Pero ha llovido mucho desde entonces.
Hay
una pregunta que me gusta hacer siempre cuando alguien me intenta vender algo,
o incluso a los empresarios con los que colaboro, conozco o trabajo
directamente con ellos: ¿Qué te/nos
diferencia de la competencia?
Suelen
acabar explicándome las características de sus productos….
No
hay que confundir estas con las ventajas ni con los beneficios.
Las
características, por sí mismas, son bastante neutrales, y ese es el efecto que
causa en quien las oye, un efecto prácticamente plano.
Es
difícil que alguien por oír una relación de atributos que tiene un producto
acabe comprándolo. Entre otras cosas, porque seguramente muchos de ellos, ya
las consideren como “obvias” o intrínsecas al producto.
Realizar una descripción detallada de un
producto o servicio no es venderlo.
Hace
años, algunos de los comerciales de mi equipo les decían a sus clientes: “Tiene 2 mn!” En el mejor de los casos respondían que muy
bien….
Cuando
expresamos como se puede aplicar o usar una particularidad o características,
estamos en el ámbito de las ventajas.
Las ventajas describen como un producto
o particularidad de este se puede usar o
ayudar al comprador.
Por
ello, las ventajas son más persuasivas que las características del producto en
sí.
Pero
el cliente no compra el producto o servicio, si no los beneficios que este
percibe que le puede ofrecer. Para cubrir una necesidad determinada, obtener un
beneficio concreto, con nombre y apellidos, de la compra que realiza.
El
vendedor que es capaz de relacionar las necesidades de su cliente con el producto,
es el que tiene mayores probabilidades de cerrar una venta con éxito.
Así
que la forma más eficaz de describir un
producto es a través de los beneficios que este genera a su cliente, bien sean
estos físicos o emocionales.
Los
beneficios describen como una característica o
ventaja del producto satisfacen una necesidad
explícita de nuestro cliente.
Una necesidad explícita es aquella que el cliente
expresa como una declaración de intenciones o deseos, de manera clara, frente a
las necesidades implícitas que son
formuladas de manera genérica, vagas y
sin precisión.
No
basta con identificar las necesidades de nuestro cliente, si no, y esto es
complicado hasta para los vendedores más experimentados, diferenciar si es una
necesidad implícita o explícita, porque la satisfacción de la segunda nos
llevará al cierre de venta y la primera, a seguir profundizando para llegar a
conocer las motivaciones reales del cliente, sus necesidades explícitas.
En
caso de duda, yo siempre interpreto la necesidad como implícita, y continuo
profundizando sobre las implicaciones del cliente, hasta determinar con exactitud
que estoy ante una necesidad explícita.
Así
pues, las probabilidades de éxito en una venta se multiplican cuando el
comprador expresa u obtenemos de él una necesidad
explícita y nosotros le mostramos beneficios, ya que se produce una
identificación/relación entre “lo que el cliente quiere” y lo que “nosotros le
ofrecemos”.
En
ocasiones, el cliente no tiene muy claro o no conoce sus motivaciones de
compra, con lo cual, conocer sus motivaciones explícitas nos ayudará tanto a nosotros
como a él, cerrar la venta.
Así
todo, la habilidad para desarrollar las necesidades implícitas del cliente y
transformarlas en necesidades explícitas es fundamental para todo vendedor.
El
método SPIN, desarrollado por Rank Xerox en los años 90, nos ayuda a
través de 4 pasos a identificar las necesidades explícitas de nuestros
clientes.
Es
un método imprescindible en entornos o ventas complejas, pero aplicable a
cualquier venta.
Los
pasos son los siguientes:
1.- Situación: Nos ayudan por un lado a
establecer una relación de mayor confianza con el cliente y por otro a conocer
el cliente, su empresa y modelo de negocio.
2.- Problema: Preguntas orientadas a que nos
exprese sus problemas y podamos conocer sus necesidades implícitas. Nos ayudan
a seguir avanzando en la venta.
3.- Implicación: Preguntas relacionadas con
los problemas detectados, que nos ayudan a profundizar y conocer las
necesidades explícitas de nuestro cliente, ya que nos expresa las consecuencias
que estos tienen para él. En esta fase , profundizamos y “magnificamos” dichos
problemas y reforzamos la necesidad de resolverlos.
4.- Need to pay o Beneficio (Motivación):
En este punto hacemos preguntas en relación a como los beneficios de nuestro producto
o servicio podría resolver el problema de nuestro cliente.
Aplicar
este método supone conocer muy bien nuestro mercado y producto, y tener unas
elevadas competencias profesionales.
Ser
capaces de que sea el propio cliente el que exprese como nuestro producto puede
satisfacer sus necesidades y resuelve sus problemas, nos garantiza un alto
porcentaje de éxito.
Para
ello, nuestro equipo debe de evolucionar y pasar de ser meros presentadores de
un catálogo o producto, a conectar con
el cliente, conocer sus necesidades, implícitas y explícitas y presentarle, o
mejor, que él reconozca en nuestra solución los beneficios que reportan para
solucionar sus problemas.
Y
para todo ello, debemos de entrenar y desarrollar las habilidades de nuestro
equipo comercial, máxime en un entorno tan duro y competitivo como el que vivimos
hoy en día en cualquier sector.
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