Hace
unos días, leía en Branzai, una de las
revistas digitales que más me gustan y dedicada al mundo del Branding y las
marcas, un interesante artículo.
Se titulaba Just Don't do it: Marcas sin control. Planteaba la importante diferencia entre patrocinar un deporte o a un deportista y el riesgo que se corría al vincularla con una personalidad concreta.
Todo ello debido a las diferentes noticias de escándalos de deportistas como Amstrong o Pistorius y como estos habían salpicado a las marcas que los patrocinaban, NIKE en este caso.
Después
de releerlo y pensar un rato en tantos otros escándalos de deportistas (Tiger
Wood por ejemplo) o incluso de políticos, (Berlusconi o Clinton) se me vino a
al cabeza el concepto de Disociación Moral.
La disociación o desvinculación moral, es
un concepto relativamente reciente acuñado por el profesor de marketing de Wharton Americus Reed, y sus dos
alumnos de doctorado Amit Bhatacharjee y Jonathan Berman.
La disociación
moral desvincula las actitudes moralmente reprobables del desempeño profesional
que la persona tenga en su actividad habitual.
Es
una estrategia de razonamiento que usamos para poder seguir admirando a
nuestros ídolos, deportistas, políticos, actores, sin tener que justificar sus “deslices”,
por llamarlos de alguna manera.
Hasta
ahora se había estudiado tanto a nivel de comportamiento del consumidor como de
la psicología, la racionalización moral, pero supone un proceso más complejo
para el individuo, basado en minimizar los efectos negativos de sus ídolos.
Pero aún reduciéndolos, siempre quedaba una cierta e incómoda identificación
con alguien que no era moralmente aprobable.
Con
este nuevo concepto, la disociación moral, podemos aislar y separar los
comportamientos que no afectan al rendimiento del deportista, político,
cantante, etc.
Así
ocurre en casos como el de Clinton y
el escándalo Lewinsky, que no solo
no le impidió seguir con su mandato, si no que lo acabó con el mayor índice de aprobación
desde la Segunda Guerra Mundial.
Podríamos
hablar de otros muchos casos, de deportistas, políticos, que después de algún
escándalo no solo no ha perjudicado a su carrera, si no que hasta han salido
mejor parados que antes.
En
definitiva, si crees que algún amigo tuyo dejará de decir que su ídolo es el
mejor porque lo pillaron a 250 km/h, o algo peor (no sé si recordáis el caso
del actor Hugh Grant), no tiene ni la más remota posibilidad de convencerlo.
La investigación
sobre la disociación moral sigue su curso y parece que promete.
Y
promete porque entender que la desvinculación moral es un recurso usado con
mucha más frecuencia que la racionalización moral, es importante para las
empresas. Este le permite al consumidor hacer lo que más le gusta, y le da una
salida más agradable y fácil de salir de una situación complicada.
Ayudará
cada vez más, a saber gestionar las posibles crisis de reputación. Y a fomentar
la disociación moral desde las empresas
para minimizar los posibles impactos que están puedan tener sobre sus clientes.
Este
es el siguiente punto que tratará la investigación de Wharton, saber los
efectos que esta tiene aplicándola en tiempo real en una crisis.
¿Algún
voluntario?
Yo
estoy deseando conocer los resultados de su investigación. ¿Tú no?
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